Odio
la palabra "malacrianza", pero reconozco que se la puede aplicar
cuando se refiere a alguien mal educado.
¿Pero
qué es ser mal educado? La respuesta más común sería que la mala educación
cruza por normas de etiqueta, por no saber coger los cubiertos, por no eructar
en la mesa, etc.
Pero
esta vez, quisiera entrar un poco más en la acción de "malcriar" a la
que estamos comúnmente expuestos los ecuatorianos.
Desde
muy pequeños nos "malcrian", una y otra vez nos repiten que vivimos
en un país del "tercer mundo". La enunciación de estas dos palabras
es tan poderosa que va calando en nuestra conciencia y repercute en nuestro
accionar con prejuicios, barreras y limitaciones.
Ejemplo
de esto, es cuando se sentencia a alguien por entrar a la función pública
ecuatoriana, y cuando lo primero que preguntan es el salario, para después
lanzar el mejor consejo de todos: "pilas, roba bien que esos puestos no
duran". Comentarios como estos hay algunos, y todos nacen de esta
desesperanza que va implícita en la "malacrianza". ¿Cómo es posible
que alguien, loco o no, quiera meterse en el mundo público para trabajar por el
país?
La
"malacrianza" en el mundo latinoamericano ha hecho que vivamos
sentenciados, y ha dado vida a hábitos como la corrupción, el deseo de los
jóvenes de salir corriendo del país, y que nadie quiera involucrarse más allá
de lo normal.
Estando
en España, me pregunto constantemente a que se debe la etiqueta del
"tercer mundo", aunque pocos no lo crean y muchos no lo acepten, creo
que el tan anhelado "primer mundo", con la crisis, está demostrando
su peor faceta.
En
países como el nuestro hemos aprendido a vivir en crisis, esto nos ha obligado
a esforzarnos más para alcanzar un vida digna. En cambio, en el "primer
mundo", donde se entendería que saben afrontar estas situaciones, la mejor
manera de enfrentarlas es manteniendo una jornada laboral con 4 horas de almuerzo
y con el peor servicio al cliente que puede existir.
Hoy
apuesto por Latinoamérica, que hoy en día está luchando contra la
"malacrianza", y que por fin entendió que la sentencia de ser países
del "tercer mundo" es resultado de un juicio en la que nadie
participó.